No te escucho.
Que el sentimiento se me almacena como tejido adiposo entre la piel y el músculo y que me crece con tu ausencia. Que el sueño me torna estático, que cuando ya no veo el mundo la oscuridad me impide percibirte y te empiezo a crear, que cuando apareces relativizas el pensamiento, me haces estructurar, inclusive tengo ideas con guiones y las palabras se dibujan en tu espacio abstracto de existencia.
No te escucho.
Que me molesta no tener camino, que cuando me despellejo me siento en contacto con el mundo, que la historia se crea a si misma, que la naturaleza va cerrando los ojos y se sobreponen desperdicio y escombro haciéndome presa del empalme, del silencio de la puterefacción, de una descomposición que sucede, espontánea, amplificando señales con expansión proporcional al tiempo.
Que no te escucho.
Que las posiblidades, hoy más que ayer y por predispoción hoy menos que mañana, me reumatizan el estar y el ser que lejos de ser sinónimos tamposo son opuestos. Que me sumo en la transición nacer-llorar-respirar(que le falta pasión al puño; al café le falta armagura)-morir. Conciencia... lacerante, cortante, punzante, entrópica, antípica... incongruencia. Que en términos matemáticos (abstractamente) el cuerpo que me "protege" hace ruidos sin mi voluntad, que cuando me rozo la piel se me hacen conglomerados de pelusa.
Puedes callar, en verdad no te escucho.
Que grites, que grito, que no hay colores tan expresivos como un sonido de rata adolorida, de sueño matizado en muerte, de calvicie y viento que protestan contra la boina. Que cuando el espacio más próximo no parece ser suficiente trato de establecer relaciones duraderas con la ilusión para desaparecer todo lo que creía que iba a tener, que el mutuo acuerdo siempre lo viola la esperanza que no permite límites y que deshace el doblez que empezaba a parecer figura. Que te extraño cuando hay imagen, que nada mas tú sabes hacer existir a un yo mejor que mí.
Veo que mueves los labios pero...

Así me paso la vida, con imágenes a medias.