Sonntag, Juni 11, 2006

Atrévete a mirarme el mar y yo me atrevo a escapar contigo.

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Félix Treviño hat gesagt…

El mar se retorcía melancólicamente cuando se había ido. Tan de pronto lo decidió que el hecho le dejó cicatriz en la memoria. La soledad se le había acumulado en los huesos tanto que su movimientos ya eran pesados y la cara se le había marchitado.

Esa tarde tibia, cuando estaba junto a la ventana leyendo, fue que se dio cuenta de que su única companía había sido siempre el mar. Apacible, estático y poblado de gaviotas a veces, la miraba silenciosamente y durante largas horas.

En esa ocasión se paró de la mesedora y dejando el libro sobre la mesita fue directo a él. Se adentró y el agua comenzó a cubirla. Primero los tobillos, después las rodillas, las manos, la cintura. Caminó sin detenerse hasta que el agua le llegó a la altura del cuello y por el frio los pechos se le erizaron. Tomando la última bocanada de aire continuó adentrandose hasta que la arena ya no le tocaba los pies.