Esa fue siempre la única necesidad: cambiar de ruta, escupirle al destino y coger con el pasado. Más de lo bonito: chupar el pezón de la promiscuidad, estirarle el cabello a lo eterno y a la soledad transformarla en espacio, amorfo y tangible, entre las miradas que se dirigen la nada y el límite del universo justo antes de la penetración; del orgasmo en el que sólo ella acaba desapareciendo. A tal experiencia no se sobrevive y por eso yo jamás soy la misma después de sentir la revolución de las curvas y el tacto sutil sobre superficie reflejante donde se multiplican las posiblidades y las historias.
Créeme. Créame.
Así rezo: déjame arrancarles el espíritu y con ellos hacerme un collar cuya proyección se limite a una dispersión interior y un olor a ser. No me hagas esperar y que me atropellen los sentidos. Ya no quiero correr por la vida, sino deslizarme por el vacío que generan las acciones ajenas.
Cuando rezo todo desaparece y me asalta un amarillo parpadeante para ser una con la silueta de la perfección.
Desnúdame. Deséame. Después déjame caer que cuando viva, quiero que sea al descubierto.
Hurta todo, menos lo que soy. Sostenme como si te importara y déjame viajar, sola, por las nubes que generan los ciclos que no parecen rutinarios. La cosecha del camino se come con tenedor: por porciones. Pero las palabras se comen hasta con los pies y violentamente. Me hacen dejar de ser estéril. Me congelan como si no hubiera mañana.
Todo placer termina con la z. Tú terminas con un cigarro.
1 Kommentar:
exelente post, expresas un sentir en unas cuantas lineas, muestra al mismo tiempo la fragilidad y la dureza del alma, byes y pus saludotes
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